¿A quién
sirve el silencio?
Como bien se sabe, en el año
2009 en nuestro país se aprobó una ley que a unos les vino como anillo al dedo
pero a otros no les generó grandes alegrías. Los otros son las grandes empresas
monopólicas, es decir, las grandes voces, no porque sean grandiosas, sino
porque tienen incorporadas la ventaja del altavoz. Son voces estruendosas, como
bocinas, que impiden que se expresen otras, las de ¿la minoría?, no, más bien
las de la mayoría. Las minorías son las que tienen los recursos; son las dueñas
de los medios de producción, diría Marx; son las que manejan el capital. Y la
mayoría, necesita un oído, un oído que las bocineras le niegan por propios
intereses; y también, un micrófono que se lo brinda cariñosamente la ley.
Los clarinetistas no eliminan el
silencio, lo acrecientan. Tapan bocas, callan voces, hacen prevalecer las suyas
y gritan tan alto que quedan solas hablando. Repiten el mismo discurso que sólo
refleja una única mirada de la realidad, la cual es una mirada parcial y por
ello, enteramente subjetiva.
La realidad que construyen los
distintos medios de comunicación debe ser tomada como una de las caras que
tiene un cubo. Si contemplamos una sola cara, estaremos ignorando las restantes
que la complementan. Obviamente, más voces nos proporcionan más
interpretaciones de la realidad y una única gran voz sólo presentará a la
realidad vestida con una sola de sus prendas.
Tomemos como ejemplo las
diversas concepciones que se fueron formulando de la ley. Desde su presentación
como proyecto en la Cámara
de Diputados y Senadores hasta su aprobación final por el Poder Ejecutivo y su
actual implementación a cargo del Poder Judicial, fue (y es) tema central de
los medios de comunicación. Los noticieros de las grandes voces habían
disfrazado (y aún lo hacen) a la ley como una villana, y muchos, que no
compartían los mismos intereses de las empresas monopólicas, se apropiaron de
esa mirada por no recurrir a otras realidades y hasta instalaron en su hablar
la denominación “Ley de Medios K” o lo que es peor “Ley mordaza”, una
designación que contradice brutalmente lo que la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual
establece: la pluralidad de voces.
Aún se pone en cuestión la
libertad de expresión que brinda la ley, y se cree, o la mirada hegemónica
cree, que el famoso “7D” (el 7 de Diciembre del corriente año se estaría
obligando al Grupo Clarín a cumplir con la ley que, después de tres años de su
aprobación, no permite el número de licencias que tal empresa tiene en su poder
actualmente) la sentenciaría al olvido.
Suponer que la ley va a instalar
el silencio es una posición errónea. Lo que hace es permitir que aquellos que
no tienen los medios ni el capital necesario para difundir sus voces tengan las
oportunidades de hacerlo. Es un derecho de los ciudadanos que nos fue
arrebatado y que desde la última dictadura no fue compensado. Éramos
desaparecidos porque estábamos mudos, dicho mejor, nuestras voces estaban
enterradas y en el 2009 conocieron el viento que las transporta y el lápiz que
las fija.
Entonces, ¿a quién le sirve el
silencio? Pues a los de las grandes voces. Es paradójico, cuanto más alto
hablan más silencio hay. Aseveran que sus voces no le dejen espacio a ninguna
otra, agotan los mercados y dicen presente en todo lugar. Asegurémonos la
siguiente vez que se tome lista que nuestro brazo esté alto y que, con
estridente voz, digamos: ¡Presente!
Es muy acertado lo que dice Evangelina coincido
ResponderEliminar